Las altas expectativas siempre te traicionan. Luego de asistir a dos conciertos de antología, al aire libre, con amplificaciones monstruosas y dos leyendas vivientes del rock sobre el escenario, asistir a un teatro poblado de niños buscando su destino y apreciar el espectáculo de una banda que sustenta parte de su show en bases grabadas fue un tanto decepcionante.
La presentación de Within Temptation me deja un saldo de dulce y amargo. Hace algún tiempo revisando foros europeos leía que Sharon den Adel no igualaba en vivo el registro casi celestial obtenido en los discos, pero durante la hora y media de actuación en el Teatro Caupolicán derrumbó cualquier duda al respecto. Asimismo, vimos sus delicados movimientos de sirena y de su persona emana un aire de genuina sencillez que no siempre percibimos en la gente de la música.
Pero algo faltó. Mucho énfasis en sus dos ultimos álbumes, un escuálido repaso del “Mother Earth” y nada de “Enter”. Tampoco el cover de Kate Bush, “Running up that hill”. ¡No! Sencillamente no encontré aquello que me ha hecho una seguidora de la agrupación holandesa desde que en una disquería rancagüina me enamoré de la bella carátula de su primer álbum y lo compré.
Por cierto las percepciones son muy subjetivas. Quienes no tuvieron como puntos de comparación los recientes “Somewhere back in time” y “Monsters of Rock” alucinaron en colores con el sonido de la jornada. Puede también que dichos espectáculos no sean equivalentes a la hora de los contrastes. ¿O será que el verdadero rock huele a testosterona? Lo dudo, porque yo misma me declaro férrea admiradora de vocalistas como Doro, Angela Gossow y Tarja Turunen.
Una nota especial para el Teatro Caupolicán, recinto distinguido, para subirle el pelo al tan estigmatizado heavy metal. Por instantes me sentía como en otro planeta al ver pasar a chicos y chicas vendiendo cerveza y papas fritas sin que ello derivase en grescas primitivas que colocasen en riesgo a los artistas. Bravo por ello.
Fotografía gentileza de Kathrin Behrens
Abril, 2008