Ozzy Osbourne, ¡y sin embargo canta!

Ozzy vive. No es una momia, ni un vampiro, ni una marioneta, aunque algo de eso haya en sus movimientos torpes y sus aparentes problemas motores. Es una estrella del rock en toda la acepción de la palabra. Un tipo que ha vivido el frenesí del éxito para caer en el abismo toxicológico y levantarse en sus dos pies para renacer convertido en un auténtico mito.

La expectación antecedió la noche del Monsters of Rock. Me carcomía la curiosidad de saber en qué estado encontraríamos al abuelo buena onda de “Los Osbournes” y me invadía la angustia de observar a un héroe del heavy metal sin voz y sin el desplante escénico por el que se convirtió en leyenda. Un verdadero drama para quienes desembolsamos una no despreciable cantidad de pesos y que sabemos que las probabilidades indican que ésta será la última oportunidad de presenciar un espectáculo del Príncipe de las Tinieblas.

Luego de las actuaciones de Black Label Society y Korn, dos actos de nivel mundial, una hilarante introdución con Ozzy parodiando series y películas gringas como Lost y Los Sopranos y la obertura de Carmina Burana, la duda se despejó para los miles de fanáticos. La inconfundible melena, las gafas oscuras, la silueta algo encorvada del ícono emergía sobre el escenario de la Pista Atlética del Estadio Nacional. Para no creerlo. Momento de antología para toda una hinchada. El ídolo es de carne y hueso como cualquier mortal.

En términos técnicos, el pionero del hard rock interpretó canciones de su última placa, “Black Rain”, clásicos de la época Sabbath como “Iron Man” y “Paranoid”, que cerró el concierto de manera memorable, “Mr. Crowley”, “Crazy Train”, “Mama I’m coming home” y “Road to Nowhere”. Entre temas, el veterano rockero bebía agua y después cruzaba los brazos en señal de esperar alguna muestra de afecto del público. Y todos coreábamos “Olé, olé, olé, olé, Ozzy, Ozzy”.

No todos los días se es testigo de la encarnación de un mito. Me queda la sensación de asistir a un espectáculo irrepetible. Sin exageraciones. Y la impresión de observar un ídolo deteriorado no solo por una mujer con aguzado olfato para los negocios, sino por su propia historia, una de amplios excesos, de intoxicación y rehabilitaciones que dejaron una huella. Porque no pasas de la oscuridad a la luz sin cargar las correspondientes cicatrices.

Abril, 2008

Ozzy lo tiene

Los recuerdos son demasiados mientras esperamos que el grande nos deleite por segunda vez con sus temas históricos. Miles de historias y recuerdos se me vienen a la mente. Desde el primer vinilo que compré en Santiago, “Diary of a Madman”, en la extinta tienda Fusión de la galería Drugstore. Un dilema porque solo tenía dinero para uno.

Ozzy lo tiene todo, por eso está en el inconsciente colectivo de todo rockero. Energía desbordante desde inicio a fin, una base tan potente que es inevitable quedar con tu cabeza en la manos de tanto agitarla. Para qué hablar de la guitarra. Si alguien entiende algo de música sabe que Ozzy ha tenido en sus filas solo a maestros. ¡Qué potencia! Es indescriptible, si en el lugar que te ubicaras recibías el golpe de potencia, una pared de dos metros de amplificadores a cada lado.

Sin duda esta vez fue más que el Monster del 1995 en el Caupolicán, aunque no puedo desmentir que la emoción de verlo por primera vez ese año fue algo desbordante. Pero ahora había mucha más producción, se hizo acompañar de material audiovisual, una iluminación de lujo y como dejar de mencionar al guitarman Zakk Wylde, a quien vimos madurar junto a Ozzy desde sus 17 ó 18 años. Un tipo que aporta la presencia y solidez en acordes y melodías extraídas de su ropero de guitarras. Recreando los mejores pasajes de la trayectoria del Monster Osbourne: desde el condenado Tony Iommi hasta el maestro de maestros Randy Rhoads (R.I.P.) a quien obviamente rinde tributo con su desfile de guitarras, algunas de ellas muy al estilo Randy.

Podría haber tocado éste u otro tema, pero yo soy agradecido con lo que vi y escuché. Es que nunca daría el gusto a toda su tropa, son muchos años y muchos temas. El setlist seleccionado estuvo a la altura, “Bark at the Moon”, “Crazy Train”, “Suicide Solution”, “Paranoid” y el majestuoso “Mr. Crowley” me dejaron más que satisfecho, con mi alma tranquila pensando que tal vez fue la última vez que en estas tierras vimos al abuelo del metal. Ojalá que no. ¡Ah!, se me olvidaba agregar un comentario aparte son los molestosos paseitos de siempre de los “metaleros” que entre vuelta y vuelta no ven nada del show, ¡hasta cuando por favor si la cosa no es mall! Bueno y finalmente recordar que si buscas algo, Ozzy lo tiene…

Suerte y hasta pronto.

Abril, 2008