El adiós de Theatre Of Tragedy

No había caso. Ni aunque hubiesen encontrado en la chilena a la audiencia más cálida de su carrera, al terminar su set el dúo vocal de Theatre Of Tragedy no podía pronunciar la consabida frase “regresaremos pronto”. En el epílogo anunciado de su carrera, los noruegos protagonizaban una gira de despedida que los trajo a territorios inexplorados para interpretar un repertorio variado con consideró el melancólico inicio y la etapa más pop.

Nos preparábamos para ver por primera y única vez a los pioneros de la fusión de voces femeninas permanentes con guturales masculinas -Paradise Lost en “Gothic” y Anathema en “The Crestfallen” lo habían anticipado-, a comienzos de 1993 junto a Third And The Mortal y The Gathering, en un estilo que algunos denominarían “la bella y la bestia”. ¡Qué mejor final con un público que aplaudió y disfrutó de la entrega total de la banda!

Aunque los nacionales Sacramento tocaron ante escasas personas en su presentación de apertura, a pocos minutos de la salida de los escandinavos los asistentes se multiplicaron hasta sumar los suficientes para brindar un concierto en condiciones apropiadas. La banda presentó un setlist que incluyó clásicos de sus primeros álbumes como “Cassandra”, “Lorelei”, “A Hamlet for a Slothful Vassal” y “And When He Falleth”, otros de sus discos más electrónicos “Musique” y “Assembly” y también temas de las dos placas en que participó Nell Sigland: “Storm” y “Forever Is The World”.

No fue novedad el impacto generado en los músicos por la apasionada concurrencia, quizá preguntándose si en verdad era la hora de terminar la banda. Ninguno de los siete integrantes dejó de manifestar alegría y entusiasmo frente a los fans que pedían más temas y en un arrebato inclusive lanzaron un corpiño.

Los momentos sobresalientes estuvieron en las interpretaciones más clásicas. Allí el grupo mostró esos pasajes densos y nostálgicos muy doom/death metal, conseguidos gracias a la potente voz de su frontman, Raymond Istvàn Rohonyi, en una brutalidad quebrada por los sutiles toques de Nell. Fue una noche en que a ratos aparecía la esencia de su vocalista insigne Liv Kristine, aunque Sigland no tiene nada que envidiar a su antecesora.

Ya de regreso en un bis y como cierre de una era, Nell se dirigía a la audiencia para señalar que “parece que nada es para siempre, ni siquiera esta banda”. Nada, “excepto el mundo”, o “Forever Is The World”, la canción homónima de su último larga duración. Habiendo estrechado las manos de los fans, los músicos posaban sosteniendo una bandera chilena, de espaldas al público, retratándose para una posteridad que ya comenzó.

Por Sergio Evans
Fotos de María Loreto Correa

Lacuna Coil visita Chile en su momento más americanizado

Hubo que esperar años para que Lacuna Coil ofreciera en Chile su primer concierto. Por desgracia ese lapso fue crítico en la carrera de los italianos, quienes optaron por una fórmula cada vez más acorde a los gustos mayoritarios en desmedro de la nostálgica sutileza de sus primeros álbumes. Y en ese contexto, el de una agrupación que luce más americana que nunca, que la banda se presentó en el Teatro Teletón de la capital.

Como si el destino conspirara contra la audiencia local, un irritante acople de instrumentos y la escasa definición de sonido, atentaron contra la calidad del espectáculo. No obstante, la arrobadora Cristina Scabbia suplió los ripios técnicos gracias a una interpretación intensa y ese carisma innato que la mantuvo en sintonía con los asistentes durante todo el show. Exactamente lo opuesto al guitarrista Marco Biazzi, a quien se vio bastante apático.

En honor a los seguidores de su etapa gótica, el repertorio escogido incluyó solo dos cortes de “Unleashed Memories” -“Senzafine” y “When A Dead Man Walks”-, pero nada de sus trabajos previos. Mejor suerte corrió “Comalies”, pues de allí tomaron “Swamped”, “Daylight Dancer” y “Heaven’s a Lie”, en un tributo póstumo a Peter Steele, Ronnie James Dio y Paul Gray, cuyos decesos han conmocionado a la escena en lo que ha transcurrido del año.

La mayor dedicación la obtuvieron “Karmacode”, quizá el peor de su discografía, y “Shallow Life”, la última placa editada por los europeos. El público los disfrutó a rabiar, aunque éste tampoco es el mismo de los inicios, pues mientras crecían en popularidad en los Estados Unidos, perdieron la base de fanáticos que les permitió tan exitosa transición desde el punto de vista comercial.

El momento más íntimo de la noche sobrevino con la interpretación de “Wide Awake”, con Cristina casi en exclusiva sobre una base de teclado. En tanto, una distracción ocurrió cuando la cantante introdujo fallidamente “Swamped” -el setlist indicaba que proseguía “The Maze”- solicitando a los asistentes que cantaran si conocían la letra: no importa si compraron el álbum, lo descargaron u obtuvieron una copia pirata de algún amigo.

Queda la idea de que la parodia empleada para promocionar su último disco y proyectada antes del bis tiene más de realidad que de farsa. Cristina y Andrea, ataviados de un modo ostentoso y falto de gusto, presentan a “Shallow Life” como “el producto del año”. La sensibilidad de los comienzos cedió terreno a otros patrones en lo que parece un viaje sin retorno. En cualquier caso, es uno menos en la lista de actos pendientes.

Dark Tranquillity: embajadores del sonido Gotemburgo desbordan agresión y melodía

Dark Tranquillity supo de la exuberante devoción del público chileno hace solo dos años. Aunque en honor a la verdad, la relación de los suecos con la fanaticada local mostró sus primeras señas durante la agitada época del intercambio de casetes, cuando como personajes capitales de la escena de Gotemburgo enviaron y recibieron misivas escritas por gentes de puntos tan distantes como esta esbelta franja de tierra.

Hoy, la banda considera a la chilena una de las audiencias más apasionadas que ha enfrentado. Ni bien se apagaban las luces del Teatro Teletón, los seguidores del sexteto escandinavo empezaron a aclamarlos. En el fondo del escenario, la proyección de unos relojes en movimiento anticipaba un espectáculo audiovisual que se prolongaría durante casi dos horas. “At The Point Of Ignition” dio el vamos y “The Fatalist”, demoraría en comenzar lo que los técnicos se apuraban en resolver un pequeño entuerto.

La intensa “Focus Shift” establecía la marca registrada de los suecos. Esa combinación de agresividad y melodía que define el sonido death metal de Gotemburgo y que en la actualidad tiene en Dark Tranquillity uno de sus mayores referentes. ¿La receta? Una voz gutural, pero comprensible, guitarras afiladas con gran vocación melódica, bases electrónicas, profusos cambios de tempo y una pizca de progresivo.

El setlist incluiría cortes como “Final Resistance”, “The Wonders At Your Feet”, “Lost To Apathy”, “Shadow In Our Blood” y “The Grandest Accusation”, las dos últimas contenidas en “We Are The Void”, el disco 2010 de los europeos. Tras interpretar “The Lesser Faith”, Mikael Stanne agradecía el entusiasmo de los fans nacionales e indicaba a los rezagados de platea que había reparado en su presencia y que sería genial si pudieran unirse al público de cancha y así ocupar los sendos espacios vacíos que quedaban a cada lado del escenario. Rápidamente, alguien de la primera fila debió aclararle que se trataba de dos localidades distintas, y el cantante se disculpaba.

Uno de los instantes más íntimos del recital tuvo lugar durante la emocionada interpretación de “ThereIn”, un emblema de toda la belleza contenida en el álbum “Projector”, todavía hoy considerado la cúspide de sus registros. En ese momento Stanne cedió el micrófono a la concurrencia que conocía de memoria el estribillo. “It was solid/yet everchanging/it was different/yet the same/so I starve myself for energy”.

Pasadas las 10.30 el vocalista introdujo el tema que cerraría el recital, “Terminus”, citando el coro que inspiró el título de su reciente DVD: “where death is most alive” o “donde la muerte está más viva”. Concluía así una performance tan técnica como afectiva. Los músicos bajaban del semicírculo que forma el escenario para estrechar las manos del público, dar las gracias e incluso beber una cerveza en su nombre.

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“GOTEMBRUGO ES UN
SELLO DE APROBACIÓN”

Mikael Stanne en conferencia de prensa previa al show.

– ¿Cómo ha sido la evolución de vuestra música? Dark Tranquillity ha experimentado mucho durante estos 20 años.
– Pienso que nos esforzamos en tratar de mejorar el trabajo de álbumes anteriores. Es una suerte de reacción, un comienzo nuevo y fresco. Lo que sea sentimos en ese momento es lo que hacemos, no decimos este álbum es así y el siguiente álbum será diferente. Es solo cuestión de encontrar qué es lo que te importa en ese momento. Para mí, los álbumes son como cápsulas de tiempo, realmente capturan lo que está sucediendo en la banda, en nuestras vidas, en nuestras mentes, en el momento en que hacemos la grabación. Por eso cuando miramos atrás nos sentimos satisfechos, incluso si ahora somos una banda mucho mejor, aún lo apreciamos porque hicimos lo mejor que pudimos en ese instante.

– ¿Qué piensan respecto a la actual escena de Gotemburgo?
– En estos días no hay mucha escena. Ya nadie está en casa, andan todos de gira. Existe una especie de nueva generación de bandas, pero todos andamos en tour y nunca nos vemos. Existe una escena underground desarrollándose, aunque no tenemos mucho tiempo para tomar parte de eso, pero definitivamente está ahí, está pasando. Desafortunadamente, es difícil para estas bandas destacar y evitar ser etiquetadas sólo como otra más de Gotemburgo.

– Mikael, ¿cómo es tu relación con In Flames y Hammerfall, bandas donde fuiste vocalista en sus inicios?
– Siempre ha sido excelente. Gotemburgo es una ciudad pequeña, crecimos juntos, cambiamos miembros. Esa es parte de la razón de su éxito, porque es una competencia saludable, no una competencia, sino que es aliento. Tú miras a las otras bandas y dices “hombre, esto está increíble”, trataremos de inspirarnos y hacer algo distinto. En general, lo que más me gusta de Gotemburgo es que es todo de alta calidad. Es un sello de aprobación.

Daniel Antonsson (bajo), Mikael Stanne (voz) y Martin Henriksson (guitarra).

– ¿Cómo ha sido la recepción de su nuevo álbum, “We Are The Void”?
– Ha sido muy, muy bien recibido. Los fanzines o bien lo han adorado más que a cualquier otro álbum o no. Es un poco extraño. Es un álbum polarizado en lo que se refiere a su recepción. Creo que porque el álbum es muy emocional y muy poderoso, incluso si lo entiendes o no. Personalmente, creo que es lo mejor que hemos hecho jamás. Muestra mucha madurez en la banda, es nuestro álbum más serio e intenso.

– Para muchos “Projector” es “el” álbum de Dark Tranquillity.
– Para nosotros es muy difícil. Hubo mucho de reacción al hecho que todos pensaban que solo éramos otra banda más de Gotemburgo. No queríamos ser sólo un género, un alias o una etiqueta. Se siente raro. Quisimos apartarnos cuanto nos fuera posible, tomar distancia y probarnos a nosotros mismos y los demás que no somos sólo eso. Por eso es que “Projector” es muy, muy importante, aunque en su tiempo el álbum fue muy incomprendido.

Deathstars brinda una noche de glamour y rock industrial

Delante de las barricadas, brillantina en el pelo y trajes de riguroso negro. Del otro lado de las vallas, los atuendos compiten en oscuridad y dedicación. Y claro, si sobre el escenario del Teatro Caupolicán los suecos de Deathstars imponen su espectáculo de rock gótico y tempos electrónicos, en una velada que reunió música y moda junto a un desfile de la diseñadora Carolina Rival y un after party con los nacionales de Industrial Company Inc.

En algo más de una hora de concierto, los europeos desplegaron un show que desbordó potencia. Whiplasher, Skinny, Cat, Nightmare y Bone no descuidan ni forma ni fondo. Los músicos se presentaron vestidos de negro, en contraste con los blancos instrumentos y la palidez de sus rostros. Así también ejecutaron una suerte de coreografía para cada tema, manteniéndose cabizbajos o poniéndose de rodillas en determinados segmentos de los temas.

Las bases de teclado son definitivamente las protagonistas en este estilo y por ello se extrañó la ausencia de un sexto músico a cargo de su interpretación en vivo. Whiplasher sedujo al público con ese timbre vocal profundo y un innegable carisma sobre las tablas. El frontman se mueve con total desplante y sus desbordes de energía no hacen mella en la calidad de su interpretación.

Una lástima que la concurrencia no estuviese a la altura del espectáculo ofrecido. En Chile Deathstars no es la banda más popular dentro de su género, lo que por cierto no constituye una medida del talento ni de la capacidad de ofrecer un show en directo que no desmerezca lo mostrado en trabajos discográficos. Por ello se agradece el atrevimiento de la producción y la disminuida asistencia probó una completa fidelidad a sus ídolos.

Manowar: una larga espera llegó a su fin

La primera presentación de los Reyes del Metal en nuestro país era un evento que conllevaba expectaciones muy altas, y la emoción de los fans casi se podía respirar en un Teatro Caupolicán lleno por completo. Chaquetas, poleras, banderas y hasta tatuajes de Manowar uniformaban a la audiencia que, desde temprano, hacía fila para quedar en la mejor ubicación y disfrutar del tan esperado concierto.

Los nacionales de Chronos fueron los encargados de calentar motores, saltando al escenario a eso de las 20.10 hrs. Con una presentación potente que incluía hasta trajes de vikingo y muñecas inflables (¡!), el grupo interpretó lo mejor de su repertorio, pero nunca logró conectarse con un público que pedía a gritos a Manowar y que, incluso, llegaba a sonar tan fuerte como el grupo mismo. Luego de casi cuarenta minutos, los músicos se despidieron para dar paso al plato principal. La espera se hacía eterna, pero fue gratamente amenizada por el fotógrafo de Manowar quien interactuó con los fans, haciéndolos gritar y levantar las manos para capturar la euforia que se sentía en el recinto.

Cerca de las 21.15 hrs, una ovación siguió al momento en que se apagaron las luces y los cuatro neoyorquinos saltaron al escenario para comenzar con “Hand of Doom”. Desde el primer acorde se notó la fuerza que estos músicos tienen en vivo, con un sonido impecable y saltando a los parlantes ubicados delante del escenario para estar más cerca del público. “Call to Arms” fue el siguiente corte, mientras la pantalla gigante mostraba sugerentes imágenes de demonios, guerreros y por supuesto guerreras, muy al estilo Manowar. Joey DeMaio da inicio a “Swords in the Wind”, que relaja un poco a los enfervorizados fans pero que en ningún momento perdió la fuerza de la interpretación. La imagen de todo el Caupolicán con las manos cruzadas es simplemente fantástica.

La banda sale del escenario y el guitarrista Karl Logan se queda para interpretar un solo que demostró su virtuosismo en las seis cuerdas y que mantuvo a los asistentes con los ojos fijos en la pantalla, donde se podía comprobar la rapidez de sus dedos. DeMaio vuelve entonces a escena y sorprende a los fans con frases en un español bastante regular, pero que incluía chilenismos como “la raja” y que por supuesto causaron otra ovación. A estas alturas, las aclamaciones ya eran algo normal en el show.

Otra dupleta, esta vez con “Die for Metal” y “Sleipnir”, mantuvieron los decibeles muy altos y a todos saltando y coreando. Notable fue el momento en que Eric Adams se confundió y comenzó a cantar las líneas de otra canción, lo que le provocó una carcajada y por supuesto que todo el Caupolicán estallara en risas también. Un desenfoque le puede ocurrir a cualquiera. “¡Es que necesito alcohol!” fue la excusa del cantante, y junto a DeMaio, se toman una botella de vino y una lata de cerveza respectivamente. Luego de recargarse, continúan con la presentación aún riendo por el chascarro ocurrido.

Si bien han pasado varios años desde los primeros discos de Manowar, la voz de Eric Adams sigue sonando increíble. El juego que hizo con el público dejó claro que sus gritos tienen para rato. Todas las notas que canta suenan profundas y claras y no desafina ni un tono. Realmente es un deleite escucharlo cantar. Por otra parte, Joey DeMaio es un show en sí mismo. Su solo fue un momento sublime lleno de virtuosismo que mantuvo a todo el Caupolicán expectante. No se ve la mínima señal de cansancio en la audiencia que, al contrario, pareciera querer que el concierto durase para siempre.

“God or Man” es el corte que se deja escuchar a continuación, en que Adams logra unos agudos profundos y nítidos, como demostrando que los años parecen no haber pasado sobre su voz. “Loki God of Fire” y “Thunder in the Sky” son ejecutadas sin dar un segundo de respiro, inyectando una dosis de velocidad antes de finalizar la primera parte de la presentación.

Pero no se puede esperar poco de Manowar, que antes de un minuto ya estaba de vuelta en el escenario para interpretar uno de los puntos más fuertes de la noche (si es que se puede decir que alguno no fue fuerte), con “Warriors of the World”. Si alguien hubiese entrado en ese momento al Caupolicán, probablemente hubiera pensado que el show estaba recién comenzando y no que llevaba casi 90 minutos de duración: la banda tocando sus instrumentos con toda la energía del mundo y los fans con sus manos en el aire, coreando cada sílaba de este himno. “House of Death” empieza después, y sin descanso la sigue “King of Kings”, que sería la última entrega de la noche y que da término al show con una promesa esperanzadora: “¡Regresaremos!”. La fanaticada permanece con sus manos cruzadas mientras la banda agradece, lanzando uñetas y baquetas por doquier, concluyendo una jornada que permanecerá en nuestras retinas por mucho tiempo.

Y aunque se esperaba que Manowar interpretara temas de sus primeros discos, considerados los más clásicos del grupo, el setlist enfocado hacia los últimos álbumes fue bien recibido por todos los fans que tal vez se retiraron con un leve gusto a poco, pero de todas maneras satisfechos por haber visto, por fin, a estos Dioses del Metal en tierras criollas.

Por Isabel Mallea
Fotos por Bianca Zapata