Hubo que esperar años para que Lacuna Coil ofreciera en Chile su primer concierto. Por desgracia ese lapso fue crítico en la carrera de los italianos, quienes optaron por una fórmula cada vez más acorde a los gustos mayoritarios en desmedro de la nostálgica sutileza de sus primeros álbumes. Y en ese contexto, el de una agrupación que luce más americana que nunca, que la banda se presentó en el Teatro Teletón de la capital.
Como si el destino conspirara contra la audiencia local, un irritante acople de instrumentos y la escasa definición de sonido, atentaron contra la calidad del espectáculo. No obstante, la arrobadora Cristina Scabbia suplió los ripios técnicos gracias a una interpretación intensa y ese carisma innato que la mantuvo en sintonía con los asistentes durante todo el show. Exactamente lo opuesto al guitarrista Marco Biazzi, a quien se vio bastante apático.
En honor a los seguidores de su etapa gótica, el repertorio escogido incluyó solo dos cortes de “Unleashed Memories” -“Senzafine” y “When A Dead Man Walks”-, pero nada de sus trabajos previos. Mejor suerte corrió “Comalies”, pues de allí tomaron “Swamped”, “Daylight Dancer” y “Heaven’s a Lie”, en un tributo póstumo a Peter Steele, Ronnie James Dio y Paul Gray, cuyos decesos han conmocionado a la escena en lo que ha transcurrido del año.
La mayor dedicación la obtuvieron “Karmacode”, quizá el peor de su discografía, y “Shallow Life”, la última placa editada por los europeos. El público los disfrutó a rabiar, aunque éste tampoco es el mismo de los inicios, pues mientras crecían en popularidad en los Estados Unidos, perdieron la base de fanáticos que les permitió tan exitosa transición desde el punto de vista comercial.
El momento más íntimo de la noche sobrevino con la interpretación de “Wide Awake”, con Cristina casi en exclusiva sobre una base de teclado. En tanto, una distracción ocurrió cuando la cantante introdujo fallidamente “Swamped” -el setlist indicaba que proseguía “The Maze”- solicitando a los asistentes que cantaran si conocían la letra: no importa si compraron el álbum, lo descargaron u obtuvieron una copia pirata de algún amigo.
Queda la idea de que la parodia empleada para promocionar su último disco y proyectada antes del bis tiene más de realidad que de farsa. Cristina y Andrea, ataviados de un modo ostentoso y falto de gusto, presentan a “Shallow Life” como “el producto del año”. La sensibilidad de los comienzos cedió terreno a otros patrones en lo que parece un viaje sin retorno. En cualquier caso, es uno menos en la lista de actos pendientes.