Venom celebró una masiva misa negra en el Caupolicán

El veterano Chronos aún rockea. Bajo la penumbra que lo acoge cuando asoma al escenario, el pelirrojo enseña una sonrisa malévola y observa al público asombrado por la multitudinaria legión que todavía se contorsiona al compás de “Black Metal”, un himno que sin proponérselo inventó una nomenclatura y una iconografía para un nuevo subgénero que abriría suculentos capítulos en la historia del estilo.

La jornada del 9 de diciembre en el Teatro Caupolicán congregó a un público que solo resucita cuando está frente a los patriarcas. Esos looks ochenteros y aquellas chaquetas de mezclilla sin mangas tapizadas de parches no se ven todos los días. Y lo interesante es que esa estética, y los referentes musicales de quienes hicieron camino en el género, han cautivado a una nueva generación que fascinada se transportaría a los tiempos del intercambio de cintas y los conciertos en el Manuel Plaza.

Por ello, no hubo mejor aperitivo que dos bandas que participaron de los albores del metal en Chile. En primer término Atomic Aggressor, quienes de un tiempo a esta parte retomaron las presentaciones sumando noveles fanáticos a sus huestes. Y como segundo acto, Pentagram, íconos en la escena criolla a pesar de su breve discografía. El público los ama y tal como sucedió hace unos meses en la Cumbre del Metal, su presentación culminó con un mosh endemoniado a petición de Anton Reisenegger.

Pero la noche tenía un nombre. La cancha del recinto lucía repleta y cada tema del power trío británico producía más exaltación que el anterior. El público envalentonado repetía mortales intentos de stage diving e incluso en un momento pareció que un muchacho sufría los efectos de su osadía, pues tardó unos 20 minutos en reunirse con la masa, luego de recibir asistencia de una técnico paramédico. Asimismo, un par de ambulancias aguardaba en la parte posterior del coliseo y hubo quien requirió de un balón de oxígeno para salir del lugar.

A un costado del escenario, una chica agitaba su cabeza haciendo un remolino como si fuese objeto de un exorcismo. De fondo, “In League With Satan”. Un guardia de seguridad a no más de un metro de distancia la miraba con actitud de desconcierto, y así, en cada rincón del teatro cada quien vivía su propia ceremonia. La mayoría, de reencuentro con los primeros álbumes que incorporaron contenidos blasfemos al heavy metal. Aunque ahora sus herejías causen más hilaridad que temor.

Review: Aetherius Obscuritas


Aetherius Obscuritas
Black Medicine
Paragon Records
2009

“Black Medicine” (“Fekete Orvosság”) es el quinto álbum de la banda unipersonal del húngaro Arkhorrl. En sus producciones ejecuta todos los instrumentos, a excepción del bajo, y aunque su carrera comenzó en 2002, recién hace dos años remplazó las baterías programadas por un intérprete de sesión.

El multiinstrumentista asevera que no le agradan las etiquetas, y por tanto no le interesa si su música se inscribe en la corriente “true” o en cualquiera otra, y reconoce influencias de Burzum -a quien tributó en una compilación grabada por grupos de su país-, Ancient y Ragnarok.

La placa en cuestión incluye 11 cortes, incluidos un bonus y un cover de Marduk, “The Black Tormentor Of Satan”. En el álbum Arkhorrl interpreta tanto en inglés como en su idioma nativo, lo que otorga un añadido más de oscuridad y enigma a una música cuyos principales atributos son por definición esos mismos. El sonido es sucio, como extraído de una cinta, y carece de preciosismos comunes en bandas contemporáneas. Quizá debido a su admiración por los próceres del estilo.

Si bien la mayor parte de los 40 minutos de la placa transcurre en un tempo veloz, dominado por los gritos y la voz endemoniada del vocalista, también hay pasajes melódicos y fragmentos en los cuales el intérprete declama en lugar de cantar. En la épica “The Moon Shield”, incluso, aparecen atisbos de voces limpias y registros más comunes en el heavy. Un material de provecho para los seguidores de la vieja escuela del black metal.

ENGLISH

“Black Medicine” (“Fekete Orvosság”) is the fifth album by Hungarian Arkhorrl’s one-person band. In his productions, he plays all the instruments except the bass guitar, and although his career began back in 2002, it was only two years ago that he decided to hire a session drum player and stop using programmed drums.

This multi-instrumentalist doesn’t like being labeled, and therefore he doesn’t really care whether his music is considered “true”. Among his strongest influences, we can find Burzum –he took part in a tribute recorded by Hungarian bands-, Ancient and Ragnarok.

The album consists of 11 songs, including one bonus track and a Marduk cover, “The Black Tormentor of Satan”. Arkhorrl sings both in English and in his native language, which makes his music even darker and more enigmatic. The sound is dirty, as if it was taken from an old tape, and it doesn’t sound as “beautiful” as most contemporary bands do – maybe because of how much he admires the first exponents of this style.

The album lasts 40 minutes, and although most songs are in fast-tempo and dominated by the singer’s devilish screams, there are also melodic passages where the voice sounds as if it was reciting instead of singing. In the epic “The Moon Shield”, there are even hints of clean voices, which are more common in heavy metal. This is undoubtedly an album worth listening and having for all fans of the old school of black metal.

Translation by Isabel Mallea

Fear Factory: el seductor arrullo de las máquinas

Muy pocas bandas pueden arrogarse la innovación como una de sus virtudes. Y dentro de una elite numerada con los dedos de ambas manos Fear Factory es una de las agrupaciones que sobresale. En lo noventa reivindicó el empleo de sintetizadores para nutrir su sonido de un nervio nunca antes pulsado y también por la atrevida introducción de voces limpias en el death metal. Méritos suficientes para conservar un sitio de respeto en la escena.

Aunque su último álbum data de 2005 y está vigente un ingrato litigio entre esta alineación y dos ex miembros que actúan bajo el mismo nombre, Fear Factory ofreció un sólido concierto que compiló lo más elogiado de su discografía. El setlist incluyó muchos cortes de “Demanufacture”, el álbum que definió su marca de fábrica, y trajo de regreso las guitarras punzantes del robusto Dino Cazares, lejos el más aclamado por la audiencia.

Mientras, la silla de la batería que antes ocupara Raymond Herrera hoy es propiedad de Gene Hoglan, un músico de renombre que ha militado en Dark Angel y Strapping Young Lad. Una formación de lujo que completan el versátil vocalista Burton C. Bell, y el bajista Byron Stroud. Solo cuatro en el escenario, pero con la potencia arrolladora de un misil apoyados por vigorosas bases electrónicas, triggers y efectos incorporados en una proporción precisa.

Fear Factory permaneció sobre el escenario una hora y veinte minutos. No hubo bises, sino que ofrecieron un recital compacto solo interrumpido para los agradecimientos y presentaciones de rigor, instantes en que a Burton C. Bell se le quebró la voz y emitió algunos “gallos” que provocaron bromas entre el público. Un show que dejó satisfecho al millar de fanáticos que acudió al Teatro Teletón, con un repertorio focalizado en sus placas más notables y un fugaz adelanto de su próximo disco de estudio, “Mechanize”, fechado para 2010.

Setlist:
Shock
Edgecrusher
Smasher / Devourer
Martyr
Scapegoat
Crash Test
Linchpin
Powershifter
Resurrection
Demanufacture
Self Bias Resistor
Zero Signal
Flashpoint
H-K (Hunter Killer)
Pisschrist
Replica

Review: Sospechosa Lavanda

Sospechosa Lavanda
Abismos
Independiente
2009

“Abismos” es el notable esfuerzo independiente de Sospechosa Lavanda, juego de palabras nacido de la manera poco ortodoxa en que reclutaron a los músicos integrantes, los insondables nombres de algunos de sus temas y la poderosa esencia femenina encarnada por la vocalista. La agrupación tomó forma en 2004 y este año publicó su primer larga duración, una placa que reivindica la factibilidad de hacer un pop/rock refinado e inteligente.

El álbum de 10 cortes ofrece un hard rock que suena fresco y honesto, con arreglos radiales y letras trabajadas que abordan desde el amor a la vida urbana. En este mix sobresale la voz de Natalia Santander, sugerente e intensa, toda una revelación como frontwoman. Ella, una ex chica Rojo surgida de entre una camada de baladistas insípidos sobrevalorados por los medios de comunicación, dota al conjunto de una energía que se convierte en su sello registrado.

El grupo conformado por Tito Cartajena (guitarra), José Carmona (bajo), Pancho Cortés (batería) y Mauro Marambio (guitarra) funciona como un ensamble compacto donde cada quien aporta desde su posición a la génesis de una batería de temas que invocan atención de las radioemisoras en un sistema donde muchas veces las parrillas programáticas se construyen en base a criterios extramusicales.

Aunque sus movimientos se han mantenido en el círculo underground, la edición de este debut discográfico se ha convertido en una magnífica carta de presentación para exportar su música no solo a terrenos hispanoparlantes, sino también a otros continentes. Para superar la barrera idiomática y en un ejercicio poco habitual entre los connacionales, la banda ha experimentado en inglés (“Soncero” y “200X”) e italiano (Qualcosa da dire”), con vistas a un tour que durante 2010 los podría llevar por tres países europeos. Todo un acierto.

DragonForce y el más frenético de los shows del último tiempo

Los chicos de DragonForce jamás se enteraron de la existencia del Ritalín. Una hora y media de espectáculo serían suficientes para inducir un ataque de epilepsia. Calzas en colores flúor, gafas fucsia, saltos acrobáticos, gesticulación como si audicionaran para la escuela de arte dramático, extensos temas que no bajan de los siete minutos. Para la banda multiétnica la exageración nunca es suficiente. Cada riff puede ser más rápido que el anterior y cualquier redoble de batería puede ejecutarse de modo más veloz.

Luego de varios meses desde la obligada postergación de su gira por Latino América debido a la pandemia de influenza humana, los hiperactivos músicos subieron al escenario del Teatro Caupolicán. Aunque hubo tiempo de sobra para adquirir boletos, la cancha del coliseo distó de lucir atiborrada de público. Entre ellos, varios niños y niñas que conocieron a la banda tras la inclusión de “Through The Fire And Flames” como un tema solo para dedos diestros adictos al juego para consola Guitar Hero.

El recital comenzó minutos después de las nueve, tras el show de Inquisición, quienes precalentaron el ambiente para la fiesta que se viviría después. La indumentaria fluorescente de Vadim Pruzhanov provocó un inmediato impacto visual entre los asistentes. Y el asombro se mantendría en alto con las continuas piruetas del tecladista, que de tanto en tanto se sumaba a los solos con su “keytar” Roland AX-7, el guitarrista Sam Totman y el héroe de las seis cuerdas, Herman Li.

El asiático, uno de los guitarristas más rápidos del mundo, impresionó por su dominio técnico, aunque como era de suponer no consiguió emular el ambicioso sonido de estudio de la autodenominada banda de power metal extremo, uno cargado de lujos y guiños a los videojuegos de los ochenta. Un show energético de principio a fin coronado con la interpretación del track contenido en Guitar Hero. Ese que extendió su audiencia y permite creer en una nueva generación de headbangers.

Setlist:
1. Heroes Of Our Time
2. Operation Ground and Pound
3. Reasons To Live
4. Fury Of The Storm
5. Starfire
6. Revolution Deathsquad
7. Soldiers Of The Wasteland
8. The Last Journey Home
9. Valley Of The Damned

Encore
10. My Spirit Will Go On
11. Through The Fire And Flames