Veteranos Mötley Crüe reúnen a 12 mil chilenos sedientos de hard rock

Mötley Crüe me genera una contradicción vital. Aunque sean la expresión cúlmine de una casta de rockeros que menosprecia a las mujeres, encarnada por músicos acusados de golpear a sus parejas y de abierta predilección por desnudistas de pechos de silicona y trastes ídem, los hits de esta banda californiana constituyen las primeras aproximaciones hacia el rock duro de casi cualquier oyente y por tanto, un concierto ineludible para todo fanático.

A tres décadas de su formación y como parte del segundo aire bombeado tras la reunión de los integrantes originales en 2004, el debut de Mötley Crüe en Chile convocó a 12 mil personas en el Movistar Arena. A eso de las 21.30 horas, y después de las actuaciones de Fahrenheit y Buckcherry, se descubrió el extenso telón que cubría el escenario para irrumpir con un clásico a prueba de escépticos. “Wild Side” encendió los ánimos de inmediato y demostró que ni los kilos ganados ni el cabello perdido han menguado la característica voz chillona del cantante Vince Neil.

El setlist escogido por el cuarteto incluyó desde el primigenio “Too Fast For Love” hasta el sencillo homónimo del disco más reciente, “Saint of Los Angeles”. Entre ambos, una docena de súper éxitos como “Dr. Feelgood”, “Shout at the Devil” y “Kickstart my Heart”, grabados en la memoria colectiva de varias generaciones. Entre cada tema hubo tiempo para la gratitud, como cuando Tommy Lee manifestó su emoción por esta inédita visita y decidió celebrar obsequiando una botella de whisky v a un parroquiano de las primeras filas. Luego de aquello, ocuparía una silla frente al piano dispuesto a un costado de la batería para interpretar las notas introductorias de “Home Sweet Home”, la balada más célebre de toda su discografía.

También Vince Neil y el bajista Nikki Six, quien pareció tuitear mientras agradecía a la audiencia, dialogaron con los asistentes. El único silente fue el guitarrista Mick Mars, quien fiel al perfil enigmático que ha cultivado durante toda su carrera se mantuvo en segundo plano, siempre con un sombrero que ocultaba su mirada, excepto cuando interpretó un solo de guitarra previo a “Dr. Feelgood”. Toda una lección para un tipo que desde su adolescencia ha batallado contra el dolor que le provoca la espondilitis anquilosante.