Johan Hegg no se cansaba de sonreír, repetir las palabras “muchas gracias” y golpear su pecho con la mano izquierda en forma de puño. El corpulento vocalista se manifestaba emocionado por un teatro atestado de fanáticos que aguardaron por años la visita de la banda sueca que tributa la mitología nórdica. El calor de los fans terminó por conquistar a los severos vikingos, rendidos ante la efusividad de una audiencia que no conoce otra manera de desenvolverse en un concierto de rock: movida por pura pasión.
Los escandinavos irrumpieron en el escenario ante un público enardecido por la prolongada espera. El comienzo fue atronador, con “Twilight of the Thunder God”, que marcó la pauta de un sonido potente e impecable que acompañó a la banda durante su extensa presentación. El Novedades parecía desprenderse de su mala fama en el terreno acústico para ofrecer su mejor cara. Los suecos repasaron su repertorio e incluso hubo tiempo para una pausa, cuando recargaron sus vasos con el contenido de un pequeño barril de cerveza marca Kunstmann e hicieron un “salud” por los eufóricos anfitriones.
Si hubiese que reducir este concierto a una sola imagen será la de un quinteto estremecido por la exaltación de sus seguidores. La despedida se prolongó porque el público exigía su presencia. Los músicos, además de obsequiar uñetas y baquetas, bajaron de la tarima para dar la mano a los fans apostados en la primera fila. Luego, sostuvieron un lienzo que unía las banderas de Chile y Suecia. Hegg hacía una última reverencia ante los fanáticos y tomaba el barril cervecero para llevarlo a camarines.
Algo recuperado del intenso headbanging que protagonizó sobre el escenario, el guitarrista Olavi Mikkonen se refirió a su encuentro con la audiencia local, sentado sobre un sillón tapizado en color violeta. “Es nuestra primera vez en Chile y fue muy divertido, indicó a Ciudad Metal. Habíamos oído que el público era muy bueno, así que en cierto modo lo esperábamos. Estamos muy felices. Esperamos regresar, no sabemos si pronto, pero eso esperamos”.
Ya mudados de ropa, los Amon Amarth brindaron un momento inolvidable a un singular grupo de fanáticos. Ataviados como vikingos, con pesados trajes de piel y cotas de malla, los fans se comportaron cual trekkies en una convención de “Viaje a las estrellas”, tomándose decenas de fotografías con sus ídolos, requiriendo autógrafos en carátulas de discografías completas, solicitando a Johan Hegg que soplara un cuerno y hasta que se probara un gorro.