Groupies

Cada vez que voy a un recital aprendo cosas que no necesariamente tienen relación con el rock. O dicho de otra forma asisto a acontecimientos que ocurren dentro de un estadio, pero que son extrapolables a todos los ámbitos de la vida. Y termino escribiendo panfletos como éste. Ayer descubrí que no sé si me interesa conocer a las personas detrás de la música que me apasiona. Corro el riesgo de exponerme a una decepción mayúscula en un mundo que de aquello posee bastante. La música suele ser un refugio, una salida de emergencia, un grito de batalla, y como está hecha por seres humanos falibles, debe quedarse así.

Es fatal corroborar que los miembros de las bandas con que agitas la cabeza son igualmente machistas que el resto de la población. Lamentas darte cuenta que para ellos las mujeres somos pedazos de carne dispuesta a una noche de juerga embelesadas ante ejemplares que provienen de otras latitudes y andan por la vida con una guitarra. Por supuesto, si siempre existe materia disponible para aquello. Como soy totalitaria, intuyo que de conocer la biografía más íntima de la gente detrás de los fonos de mi reproductor, terminaría por vaciarlo. Prefiero quedarme con la imagen idílica de músicos que escriben letras que nos mueven a pensar, en bandas que sienten auténtica pasión cuando están frente a un teatro repleto de gente coreando sus canciones, que no mercantilizan todo lo asociado a su música, que respetan el género femenino a pesar de su ventajosa posición. Es tanto mejor que enfrentarse a sujetos que usan su estatus para conseguir sexo fácil, que menosprecian a las mujeres en parte porque ellas mismas se han mostrado no como fans verdaderas, sino como groupies, o chicas que coleccionan affaires con estrellas del rock.

¡Claro que no he descubierto nada novedoso! Es solo que recién caminé por la trastienda intentando conseguir una fotografía -corrijo, no es la primera vez que hago de fan, pero sí con una banda liderada por un macho- y no me gustó lo que vi. Por cierto que el cuento es transversal a los géneros musicales. El sound, el pop, el hip hop. Todos tienen seguidoras. Y se me ocurre que son vistas de la misma forma. Quizá el matiz radica en que el metal ha sido catalogado como música de hombres. Y entonces es aún más iluso creer que sus cultores piensen en las mujeres como seguidoras. Así compremos los tickets, conozcamos las discografías y no busquemos vías alternativas para entrar a los shows.

¡Será!

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