Miles de fanáticos vibraron en inédito festival de dos días

La primera versión de The Metal Fest ya es historia. Una decena de bandas foráneas, entre debutantes como Annihilator y otras que forman parte del inventario, encarnaron el maratón de rasgueos, mosh y azote de cuellos que comenzó a las tres de la tarde. En punto, porque durante el sábado la organización respetó casi en su totalidad los tiempos preestablecidos tanto para los nacionales -que tuvieron un escenario aparte montado en las afueras- como para los internacionales que ocuparon el Movistar Arena. Ello permitió cerrar el espectáculo a eso de la medianoche, horario de invierno mediante.

El evento evidenció una cultura de festival implícita entre los asistentes, quienes comprendieron la naturaleza breve de los conciertos individuales y no clamaron por regresos cuando los músicos se retiraban para ceder paso a los siguientes en la programación. Así, la sesión sabatina partió de la mano de Obituary, encendiendo la euforia de la audiencia gracias a un show crudo, agresivo y sin aspavientos. Quizá por su condición de primeros en el cartel y por la expectación del público, avalados por un sonido demoledor, el de los hermanos Tardy fue uno de los puntos cumbres del festival.

Un poco antes de aquello, los chilenos R-Tumba inauguraban el escenario nacional con una potente dosis de nü metal, aunque frente a escasas personas. Ello porque el ordenamiento de las presentaciones ofrecía un margen de 15 minutos para trasladarse a observar lo que ocurría en el exterior y retornar a la arena central a tiempo para no perder detalle de las performances internacionales.

Al interior del Movistar Arena asomaban UDO y su imponente voz. Una presentación a la altura de los grandes del heavy mundial, en un show que repasó su discografía, con escala inevitable en los clásicos de Accept. Acto seguido correspondió el turno de Fear Factory, quienes no consiguieron desatar la efervescencia de las presentaciones precedentes, excepto al final del setlist con la interpretación de “Replica”. Luego vendrían los daneses Volbeat, quienes traían su propio público y ganarían nuevos adherentes para su propuesta de metal influenciada por el rockabilly y más tarde, en medio de un estruendo, aparecería Testament. Estos conservaron un sonido poco definido perceptible desde diferentes sectores del recinto, lo que no supuso obstáculo para que los thrashers de la vieja escuela disfrutaran de un repertorio de excepcional fuerza.

En paralelo se desarrollaba el show de las bandas nacionales, imposible de apreciar en toda su extensión debido a los topes de horarios. Break.Down, la única agrupación no capitalina como recalcaron en su presentación, subió en segundo término. Le sucederían Poema Arcanvs -congregando una cantidad importante de asistentes-, Six Magics, quienes también recibieron el apoyo de su numerosa comunidad de fanáticos, Kingdom of Hate, exponentes de un sonido auténtico, sin artificios de ningún tipo, y Massacre.

En el interior el público se preparaba para los platos de fondo. Los canadienses Annihilator, contratados luego de la bajada de Venom, ofrecieron uno de los momentos brillantes de la noche y de todo el festival. La maestría de Jeff Waters no tuvo pausa, así como su hiperactivo estilo de ejecución, y “Alison Hell” coreado por toda la audiencia fue como la guinda del pastel de la velada. La pulcritud del sonido sorprendió a toda la audiencia, pues la sensación era casi la de escuchar un álbum. Un privilegio asistir al debut de una banda referente dentro del estilo, una que ha sorteado el reto del tiempo y las presiones de las discográficas.

Pero los instantes más frenéticos se registraron mientras Anthrax interpretaba sus clásicos sobre el escenario, cuando cientos de headbangers improvisaron un mosh de proporciones gigantescas. Belladona es un frontman increíble que comprende que su rol excede el canto e incluye el diálogo y la invitación constante al público a unirse a la algarabía. El espectáculo gozó de un sonido fuerte y nítido y contó con la mayor concurrencia del día.

Domingo, tres de la tarde, y la sincronía ensalzada el día anterior desaparece desde el principio. El espectáculo comenzó con media hora de retraso y en el transcurso de la tarde las dos pantallas gigantes que anunciaban los horarios cambiaron la información al menos un par de veces. La participación de Exodus, en particular, se movió desde el segundo lugar hacia el cierre del show, para luego aparecer tras Destruction, a quienes en un principio precedían en la parrilla. Al final se optó por remover los horarios, quedando solo el orden de los artistas y la incertidumbre sobre cuán tarde acabaría la jornada.

A cargo de la apertura estuvo Forbidden, quienes deleitaron a la cofradía thrashera con temas clásicos del género, seguido por Destruction, los que aparecieron 15 minutos antes de lo publicado en los monitores. Aunque son un trío, su vigor los agiganta. Exodus presentó un setlist similar al de sus últimas visitas y que recoge lo más reconocido de su discografía. Mención especial para el mosh desatado al compás de “Strike of the Beast”, cuando el público de la cancha se divide dando paso a un brutal festín de patadas en el aire.

Kyuss Lives! serían los siguientes en el cartel. Menos emparentados con el género que daba nombre al festival, tocaron frente a un público poco numeroso, pues en buena parte la concurrencia acudió al show que Necrosis desarrollaba en el escenario chileno. Otro punto de inflexión lo aportaría Blind Guardian, reputados exponentes de un heavy metal épico inspirado por grandes sagas folclóricas y literarias, que compendiaron su discografía y gozaron de un gran nivel de sonido.

Ya avanzada la noche Kreator corroboró el porqué de su elección como acto de clausura original. A dos décadas de su primer concierto en Santiago -hecho destacado por el frontman Miland Petrozza- los alemanes concentraron la atención del público que celebró cada tema de su repertorio, danzando en apoteósicos circle pits que convocaron a cientos de personas en cortes como “Extreme Aggression” y “Violent Revolution”. Para mala fortuna de Misfits, su aparición después del acto más anticipado de la jornada resultó en que tocaran frente una escuálida audiencia. Una lástima, pues su sonido fue correcto y constituyen una leyenda dentro de lo suyo.

En suma, una experiencia inédita que arroja un saldo más que positivo. La logística, sobre todo la desplegada el sábado, es digna de destacar. El desarme y montaje de equipos entre una y otra banda se hizo en un tiempo mínimo, lo que facilitó la agilidad del espectáculo y la agradable sorpresa de constatar que la puntualidad sí es posible en una país habituado a lo contrario. Como pendientes queda la tarea de intentar nuevos nombres y mayor variedad dentro del género. También una oferta alimenticia más variada que incluya menús exentos de carne y coordinar ambos escenarios para que las últimas bandas chilenas no compitan con las cabezas de cartel, como le ocurrió a Kingdom of Hate que salió a escena frente a escasas personas, mientras el grueso del público asistía al show de Testament.

Fotografías por María Loreto Correa
Texto por Sergio Evans y María Loreto Correa

Chargola Fucking Fest cumplió sueño de miles de thrasheros

De un tiempo a esta parte las productoras han asumido el compromiso de saldar deudas históricas y reunir con años de rezago a nombres célebres del género con sus incondicionales chilenos. Voivod, leyenda e ícono del metal mundial, fue el último en sumarse a la nómina, en una jornada que también incluyó a sus compatriotas Exciter, varias bandas locales y en un principio a Forbidden, quienes abordaron el vuelo atrasados y acabaron presentándose cuatro días después en el Club 334.

Llegábamos a ver a Massakre y Dorso como previa, quienes desarrollaron un show con sonido regular, lo que no mermó el entusiasmo de una turba de adolescentes reencantados con los precursores ochenteros. Todos se preparaban para el plato fuerte mientras se cambiaba el backline para Exciter, quienes miraban de cerca e incluso ayudaban en esta tarea. Los canadienses salieron al escenario aportando un bombazo de energía. El sonido demoledor de la guitarra y una batería aplastante no dieron tregua durante la ejecución de más de 12 temas, interpretados por un frontman de potente registro y rebosante de energía en cortes como “Heavy Metal Maniac” y “Violence & Force”.

Ver y escuchar a Voivod fue un anhelo postergado por décadas para quienes se iniciaron en el metal cuando éste recién nacía. Unos más fans que otros, pero una banda imprescindible para los auténticos amantes del género. En ese ambiente es cuando suben al escenario cargados de energía interpretando una serie de temas clásicos, en especial de sus dos primeros discos. Se torna indescriptible la sensación y emociones al momento de presenciar este show. La cabeza se llena de recuerdos y situaciones con Voivod como soundtrack.

Las emociones se vivían también sobre el escenario, lugar reservado para técnicos y roadies y que como nunca estaba lleno de gente observando el trabajo de la banda. Incluso los propios Exciter. De inicio a fin el sonido fue espectacular con una nitidez de todas sus líneas. Blacky en el bajo hacía de las suyas con una potencia y energía que ponían cada vez más eufórico al público. En el corte “Global Warning” Snake se manda una coreografía de lujo sobre una tabla de skate de aire que sacó aplausos extras ya que el desempeño fue excelente con ese registro y fraseo único e inconfundible.

Ya se preparaba la última sección del show con clásicos temas como “Tornado”, “Voivod” y para cerrar una presentación de lujo el cover de Pink Floyd “Astronomy Domine” en versión Voivod con Michel desarmando la batería, Blacky haciendo un stage diving que nadie.

SEGUNDA PARTE: FORBIDDEN

Forbidden se presentó el martes siguiente en un ambiente donde reinaba la sensación de cobrar algo inconcluso. No daba lo mismo no ver a Forbidden en Chile, una leyenda de tanta influencia para una de las escuelas del thrash metal. Si bien muchos no pudieron acudir a esta segunda vuelta, gratuita para quienes asistieron al Chargola Fucking Fest, el local se vio bastante lleno. Un espacio más estrecho para la banda lo que se hizo notar al momento de salir al escenario.

Todos pedían a Forbidden y pasado las nueve se dejaron caer toneladas de riffs pegadísimos. La entrada la hacen con “March Into Fire” dejando claro que el sonido no sería el fuerte del evento. La batería no se escuchaba bien, caja y bombo se perdían, pero aun así la audiencia cantaba los temas superando el volumen del clásico y carismático frontman Russ, que hasta se dejó tomar fotos con los tipos que se subían una y otras vez.

Así se vinieron una serie de temas clásicos, sobre todo de sus dos primeros discos “Forbidden Evil” y “Twisted Into Form”, interpretados con gran fuerza en particular en las guitarras, con Locciero contagiando al público a cada tema. A mitad del show se realiza una pausa a raíz de un desperfecto con el equipo de guitarra de Steve, espacio en que el público se reacomoda y el lugar se hace menos sofocante. De ahí en adelante Russ comenzó a tener complicaciones y salía del escenario a cada momento en que no cantaba. No se sabe si fue el calor, la presión o algo a la voz pero terminaron cerrando con “Chalice of Blood” sin él. Ronda en nuestra mente la idea de que si Forbidden se hubiese presentado el viernes en el Caupolicán otro gallo cantaría. La mejora en sonido hubiese sido notoria si dejamos como antecedente el sonido de Exciter y Voivod. Pero un show de solo clásicos dejo a los asistentes bastante conformes.

Fotos por María Loreto Correa y Julián Pacheco
Texto por Sergio Evans