Es cierto que hacía exactamente dos semanas un terremoto había sacudido a nuestro país, dejando la destrucción y el desconsuelo que ya todos conocemos. Es cierto también que muchos espectáculos masivos fueron suspendidos, como una muestra de respeto por las víctimas y por quienes lo perdieron todo. Es probable que muchos fanáticos temieran por la realización de este concierto. Sin embargo, la banda cumplió con presentarse frente a sus miles de incondicionales seguidores, a pesar de los temblores que sintieron durante su estadía en Santiago y que los hicieron querer tomar el primer avión para salir de aquí.
Y es que un concierto de Dream Theater era una excelente manera de olvidar, aunque fuera por un par de horas, todos los temores y dolores de los últimos días. Un show que prometía virtuosismo y emoción, de la mano de la música de estos americanos que se presentaban por tercera vez en nuestro país.
La espera se hacía eterna. Pocos minutos antes de las 20.30, hora programada para el show, comenzaron a escucharse versiones acústicas de “As I Am” y “Pull Me Under”, que sorprendieron por la calidad de las grabaciones y que por supuesto fueron coreadas por toda la fanaticada, pero producían sentimientos encontrados pues significaba que esos dos clásicos no serían parte del setlist.
Las luces se apagaron cerca de las 20.35, en medio de los gritos de fervor de los fans y dejando escuchar los acordes de “A Nightmare To Remember”, el primer corte de su última placa “Black Clouds & Silver Linings”. Desde el principio, los músicos demuestran su increíble capacidad de interpretación, que se podía ver claramente en las tres pantallas gigantes dispuestas a los costados y detrás del escenario. Los solos hacen estallar el Movistar Arena en una ovación de admiración y asombro. “Santiago, are you ready for this?” grita Mike Portnoy desde su batería, antes de comenzar a cantar en medio de la euforia del público.
El show prosigue con “A Rite of Passage”, el segundo corte de la mencionada placa y que era la continuación lógica del concierto. Una cámara instalada en el borde del teclado de Rudess permite ver en las pantallas, con lujo de detalles, la velocidad con que este músico vuela sobre su instrumento; y la audiencia enloquece aún más cuando se muestra en paralelo al tecladista y a Petrucci demostrando su virtuosismo. Este último se queda en el escenario para interpretar un solo lleno de sentimiento que da paso a “Hollow Years”, que sería el tema más antiguo de toda la presentación. Aunque el álbum “Falling Into Infinity” parece ser uno de los menos famosos de la banda, el corte fue cantado y ovacionado por todos los asistentes.
Las pantallas muestran a continuación la animación de una especie de hechicero rodeado de un teclado circular, que se convierte en el contrincante de Jordan Rudess en una batalla virtual de solos de teclado… claro que, en realidad, Rudess competía consigo mismo, a través de este alquimista verde. Luego, tomando su controlador, se apropia del escenario y sigue deleitando con su interpretación. La capacidad musical de este neoyorquino, y también de sus compañeros de banda, es impresionante y mantiene a todo el público pendiente de cada nota y acorde que tocan.
La banda retorna a escena para continuar con el concierto junto a “Prophets of War”, del disco “Systemathic Chaos”, que el público canta a todo pulmón apoyado por la letra que se podía leer en las pantallas. James LaBrie se pasea de un lado al otro del escenario, demostrando cuánto disfrutaba de la euforia de sus fans. “¡Hola, Santiago!” saluda a sus seguidores, antes de presentar el corte “Wither”, que bajó un poco las revoluciones e hizo que el Arena se iluminara con las pantallas de los celulares y los encendedores infiltrados.
La banda necesitaba un descanso y se retira de escena, pero sólo por unos minutos pues el show debía continuar. Y lo hicieron de la mejor manera, con una tripleta del “Metropolis pt II: Scenes From a Memory”. Comenzando con la instrumental “The Dance of Eternity”, el grupo seguía demostrando que los años no parecen pasar sobre ellos, sino que, por el contrario, están cada vez más afiatados y tocando de manera más increíble (¿es eso posible?). “One Last Time” siguió de inmediato, provocando la fascinación de los asistentes que no paraban de cantar.
Pero sin duda la canción que venía, “The Spirit Carries On”, se convirtió en el momento más emotivo del show, ya que LaBrie la dedicó a nuestro país debido a “la tragedia que han vivido”. Posiblemente nunca una canción había sido interpretada con tanta fuerza, ni una letra había tenido tanto significado, y me atrevo a decir que a muchos se les puso la piel de gallina y hasta pueden haber derramado una lágrima. La canción que nos muestra lo pequeños que somos y que no sabemos qué hacemos en este mundo, pero que deja en claro que “luego de que nos hayamos ido, el espíritu continuará”. La intimidad que se sintió en el Movistar Arena fue sobrecogedora.
Pero el show no acababa ahí y siguió con “In The Name of God”. El público, incansable, continuaba saltando y cantando, fascinados con el despliegue de energía y virtuosismo que mostraban estos cinco músicos que se encuentran entre los mejores del mundo. Al finalizar, la banda agradece a los asistentes y se retira del escenario, pero nadie se mueve de su puesto y todos piden diferentes canciones para que la presentación continúe. Faltaba algún tema más antiguo, de los primeros discos, y posiblemente muchos esperaban oír “Caught in a Web” o “Metropolis pt I”.
El elegido fue el último corte de “Black Clouds & Silver Linings”, titulado “The Count of Tuscany”. Petrucci y Rudess se quedan solos en el escenario mientras las pantallas muestran miles de estrellas, en otro momento muy emotivo y armonioso. Como si el concierto estuviera recién comenzando, el público disfrutó cada acorde de este tema y lo cantó junto a la banda de principio a fin.
Luego de una hora 40 minutos de una impecable ejecución musical y de una casi palpable cercanía con el público, el show llegó a su fin, dejando la sensación de que se podrían haber tocado más canciones, pero con la satisfacción de haber asistido a uno de los espectáculos más virtuosos que se pueden ver. Dream Theater se despidió de sus fans en medio de una inacabable ovación (que continuó hasta la salida del Movistar Arena e incluso hasta el estacionamiento), demostrando una vez más que Chile es, sin duda, uno de sus lugares favoritos para tocar, y a pesar de todos los eventos recientes, nos entregaron un momento lleno de emoción, habilidad musical y deleite.
Por Isabel Mallea
Fotos por Bianca Zapata