Al hueso. Directo, vital, sin rodeos. Los mismos adjetivos aplicables al hardcore calzan a la perfección para definir el reciente show de Hatebreed en Chile, una impecable clase de vitalidad y ejecución que dejó la vara bien alta a los tres teloneros nacionales. Dueños de una pasión idéntica sobre el escenario, los foráneos dictaron cátedra sobre la canalización del torrente de energía que caracteriza al género, pero que sin una dirección corre el riesgo de convertirse en un torbellino sin sentido.
Al centro de la cancha una bengala ilumina un acelerado mosh donde se confunden las piernas y los brazos de varias decenas de fanáticos. El fuego encendido se aproxima hacia el escenario donde alguien lo toma para extinguirlo rápidamente. En el aire y varias veces, Jamey Jasta dibuja un circle pit con su dedo índice, y el público, ni corto ni perezoso, sigue las instrucciones del calvo frontman de los estadounidenses.
El repertorio de los norteamericanos fue implacable. Cada corte más rabioso que el anterior, sin olvidar el tributo a sus influencias mediante los temas “Ghost of War”, original de Slayer, y “Thirsty and Miserable” de Black Flag, contenidos en su último álbum, una placa de covers titulada “For The Lions”. Una presentación que parece ser la primera de una trilogía de terror, pues el 18 de septiembre la misma productora traerá a Walls of Jericho y el 8 de octubre debutará en Chile Killswitch Engage.