Hace un buen rato que un espectáculo no me cautiva de buenas a primeras. Los años suman, y la figura de una estrella de rock no es por sí sola garantía de satisfacción. Me encontraba frente a uno de mis héroes de adolescente. Nada menos que Rob Halford, por segunda vez como solista en estas tierras y con la misión de registrar un DVD en vivo junto a sus nuevos músicos, repasando todos los hitos de su trayectoria. Judas Priest incluido. Todo transcurrió muy rápido desde que llegamos hasta que Halford ya completaba casi una hora de show. Ocurrió de todo desde que nos entregaron las credenciales para después pedirlas de regreso como requisito para ingresar a cancha VIP, porque el furioso promotor del “artista” no permitió fotografiar al ídolo desde el cómodo sector dispuesto para esos fines. Luego, el propio manager se apersonó de forma nada amistosa para instar a los gráficos a guardar sus equipos.
El concierto dio la oportunidad de asistir a una interpretación magistral y una pulcra ejecución de parte de una gran banda soporte. Una alineación compenetrada con la idea musical propuesta por Halford, integrada por tipos sólidos que asumen una actitud heavy metal. El público vitoreó al calvo cantante cada vez que la música cesaba, hasta que de modo abrupto el recital concluyó sin atisbos de los temas más esperados de la noche. En el balance general la presentación se hizo breve y muchos de los asistentes salieron decepcionados, porque el frontman quedó debiendo clásicos como “Breaking The Law”, “Electric Eye” y “Metal God”, que a juzgar por la promoción iban sí o sí en el setlist. Quizá Halford se encuentra en una etapa en la que desea separar su carrera en solitario de su trabajo junto a Judas Priest. Aunque para su público ambos nombres estén irremediablemente asociados.
Por Sergio Evans
Fotos de María Loreto Correa