Sinister trajo la nostalgia noventera

Este era un show esperado hace rato por muchos fans a lo largo de Chile. Presenciamos el concierto ofrecido en el Galpón Víctor Jara, recinto que quedó pintado para tal evento. Porque Sinister obligadamente nos hace recordar sus inicios por allá en los noventa, cuando en estas tierras asistíamos a tocatas algo rústicas y en casos como el de Rancagua, organizadas en espacios prestados que normalmente cumplían otra función.

El show partió con los chilenos de Unblessed, con un brutal death metal directo y preciso. Luego fue el turno de los argentinos Exterminio, con una presentación algo más extensa, seguramente para justificar el viaje, también en un registro death metal con una voz ultra densa. Hasta ese momento la audiencia permanecía apática, pues la gran mayoría esperaba a los maestros del death metal, sin muchas ganas de apreciar el trabajo de los teloneros, cuestión en cierta forma entendible ya que según ellos se trata de un público más extremo y exigente. Aunque no puede obviarse que en su generalidad cae en el tipico chaqueteo o la preferencia a ojos cerrados de lo que nos traen del exterior mientras lo nacional se hace mierda o se mira con indiferencia. Fue el caso de la tercera banda telonera, Desire of Pain, formada por adolescentes que dejaron sobre el escenario toda su destreza en los instrumentos. En otro teatro y ante un público distinto les va espectacular.

A esa hora la audiencia había ingresado en su totalidad, a la espera de los primeros acordes de la única guitarra en Sinister. Porque estos holandeses cultivan este clásico estilo de death metal con solo seis cuerdas. Las armonías están de sobra. Todo se vuelve un torbellino de emociones cuando se abren las cortinas y aparecen estos tres calvos al frente, imponentes frente al brutal público que los esperaba ya casi delirante. Su show es preciso, contundente, matizado por los breves samples entre tema y tema. Se aprecia de inmediato un cañonazo de sonido, un muro impenetrable.

Los fans comienzan a practicar los primeros “stench” desde el escenario y la banda hace notar su agradecimiento entregando sus mejores temas. De verdad éste era su mejor público como lo dijo en un break el vocalista Adrie Kloosterwaard. La pura verdad, si la asistencia coreaba todos los temas. Un show magnífico de principio a fin. Me gustaría destacar la incorporación de Edwin van den Eeden en batería, quien demostró una técnica extraordinaria, rapidez y brutalidad sin parafernalia. Por el contrario, una sencillez digna de imitar en estos lugares. Después de un bis de dos temas los europeos abandonaron el escenario dejándonos más que satisfechos, con la esperanza de volver a verlos al sur del mundo.

Por Sergio Evans
Febrero, 2009

Judas Priest: los dioses del metal

¡¡¡Increíbles!!!

Sí, porque no hay palabras para describir lo poderoso y emocionante que fue verlos y escucharlos por segunda vez en Chile, ahora con más detalles que en 2005. Glenn Tipton y K.K Downing demostraron ser los maestros de maestros de las seis cuerdas. Una buena lección para tanto jovencito virtuoso que alucina con solos interminables y pomposos, pero que carecen del alma y el sentimiento puesto en cada tema por esta dupla de acero. Muchos guitarras de hoy podrán tener esto y aquello, pero no olvidemos las raíces. El metal también es cíclico y es bueno recordar que sin estos tipos armándose del tremendo arsenal de cuerdas no hubiésemos conocido a Slayer, por ejemplo.

No puedo dejar de decir que es mi banda escuela. La favorita junto a Ozyy (Black Sabbath) e Iron Maiden. ¿Quién dijo que no me gustaban las “megabandas”? Jaja. Qué más mega banda que estos monstruos. La sutileza y el respeto mutuo de los solos entre Tipton y Downing no tiene comparación. Sobran las palabras. No dejo de emocionarme al escribir estas líneas. Es que la performance fue espectacular. El telón de Nostradamus con los ojos iluminados, las tarimas como gigantes boxsets, los logos en acero brillante, el tridente de Halford, el trono majestuoso en que irrumpió cantando, la legendaria aparición en motocicleta y la enorme plataforma de la batería del maestro Scott Travis. Qué más decir. Fue un evento imperdible. Si alguna vez dijiste que te gustaba el metal, no hay perdón si no acudiste a presenciar el concierto de Judas Priest.

Por Sergio Evans
Noviembre, 2008




La primera vez

La verdad es que hace mucho tiempo admiro a los países nórdicos, sobre todo después de tener como alumna una chica que vivió doce años en Escandinavia. Basta decir que muchos son más pequeños que Chile, poseen menos recursos naturales y materias primas, pero se fijaron la meta de ser naciones desarrolladas y lo lograron. Esto hace que cada vez que toca una banda metal de esas latitudes despierte mi inquietud por verla.

Tristania vuelve a Chile después de su paso el verano del 2002, promocionando su entonces más reciente disco “World of Glass”. Esa presentación en el Teatro Providencia superó todas mis expectativas. Venían con nuevo vocal para las voces guturales, otro para la limpias, el guitarra que apoyaba las guturales y la espectacular Vibeke, que nos dejó boquiabiertos con su voz y su desplante frente a un público que no alcanzó a llenar el recinto, pero que vibró con su show a un cien por ciento. Esa vez telonearon Noctus de Valparaíso y los capitalinos Poema Arcanus. Un muy buen recuerdo.