Nota preliminar: Quien esto redacta debe hacer saber al lector que las siguientes líneas fueron escritas por un seguidor tanto de Nightwish como de Tarja, por lo cual existe la posibilidad de dar una opinión un tanto sesgada.
Han pasado casi dos años desde el momento en que, tras el concierto final del tour con el que promocionaron el álbum Once, Tuomas Holopainen le extendió a Tarja Turunen la carta en que le anunciaba su despido de la banda de Kitee y que tanta polémica ha generado. Incluso el día de hoy siguen brotando ríos de tinta en la prensa y ráfagas de bits en la web al respecto.
Todavía hay quienes claman por el retorno inmediato de la vocalista original, algo que, siendo francos, no ocurrirá, incluso mirando a largo plazo. Y, sin embargo, creo que dicha exigencia no se detendrá.
¿La razón? El éxito de Nightwish se construyó, principalmente y a mi parecer, en la figura mítica de Tarja Turunen. Una chica de rostro hermosamente inocente, con una mirada hipnotizante y un cuerpo que desata pasiones. Además se creó a sí misma una imagen angelical, casi inmaculada. A palabras de otro fan: “Una dulce y oscura princesa élfica”.
No podemos olvidar que también su voz sobresalía, dándole con esos matices operísticos ese brillo a las notas oscuras que Holopainen creaba, como él mismo lo dijo, para ella. Por ello, no sólo era el cimiento y la imagen, también era la musa. Una musa que siempre estuvo acompañada de buenos músicos.
Nightwish, como tal, nace de una reunión de amigos de juventud, que se congregaban en campamentos en los espesos y helados bosques fineses a cantar a la luz de la luna. Y siempre fue una banda de amigos, incluso en el momento en que Sami, el ex-bajista, tuvo que irse para que Marco Hietala, proveniente de Tarot, una leyenda en la escena heavy nacional, le diera un toque de poder puro en los discos más recientes.
Pero la amiga, la musa, la mujer, comenzó a vivir una nueva etapa, al conocer a Marcelo Cabulli, un productor argentino del que se enamoró y con el cual formó una familia. No era la misma persona, porque las situaciones eran distintas. Y cuando la base se transforma, el resto lo hace junto con ella.
“Cuando Marcelo está cerca, Tarja no mueve un dedo por la banda.Cuando él no anda por ahí, ríe y hace bromas, forma parte del grupo y pasamos un gran rato juntos” Declaró Tuomas en una entrevista. Tal cambio debió haber hecho sentir a la banda, sobre todo al líder-tecladista, que algo no marchaba bien. Y por ello, que por más importante que ella fuera, debía irse.
Todos sabían que el mito llamado Tarja Turunen era el fundamento principal de la banda, y que con él en la mente de los fans, la banda no saldría adelante sin ella. ¿La solución? Derrumbar esa figura emblemática ¿Cómo? Transformando la imagen de belleza perfecta y virginal presente en el imaginario colectivo a la de una persona con irresponsabilidad, vicios, y sobre todo, casada, a través de la carta abierta. En pocas palabras, pasó de ser princesa a ser una mujer, de ser casi una diosa a ser una humana común.
A partir de ese momento, pocos daban mucha vida a la banda. Las razón: su esencia, la princesa, se había ido. Y esa ausencia era casi insustituible. Si no se derrumban por la poca aceptación que tendría una eventual sustituta, lo harían al no encontrar tal. Y construirán tal vez, nuevos proyectos, pero Nightwish como tal, no iría más.
Pero al final se decidieron a continuar. Y de inmediato buscaron un reemplazo. Más de un año de revisar demos de varias candidatas y una baraja de nombres en los rumores. Marcela Bovio, Vibeke Stene, Simone Simmons… y el pasado mayo se dio la noticia. Habemus Nightwish.
La nueva vocalista es Annete Olzon, una mujer sueca de buena apariencia física, con una voz hermosa. Pero, de inmediato, se percibieron enormes y obvias diferencias con Tarja. Para comenzar, no es soprano, sino posee una voz melódica, suave, sin buscar altos rangos vocales. Además, su imagen es la de una mujer un tanto madura, casada, con dos hijos, y no la chica que proyectaba un halo de castidad.
Los puristas siguen inconformes. Tanto con el perfil de la nueva vocal como con el hecho de que Tarja no vuelva. Pero al menos hay un faro, Dark Passion Play, como se escucha, augura que la nueva era navegará con buen viento, al menos por ahora. La voz de Anette permite alcanzar horizontes más poderosos, y permite experimentar, de una manera que con el estilo de Tarja, por su clasicismo, difícilmente se puede lograr.
Pero hay resquicios para la duda. Al menos dos canciones del álbum remiten a los problemas con la familia Cabulli: Bye Bye Beautiful (un tanto obvio) y Master Pasion Greed, donde reclama al argentino “¿Qué diablos me has hecho?”. Y además, no sabemos si el peso de sustituir al mito sea algo que los hombros de Anette puedan cargar.
Pero al menos, está la flama de la esperanza encendida. Sólo ellos, con su trabajo, dirán si la sentencia de que sin esa figura casi-fantástica no podrían ir más lejos. Sólo Anette decidirá si crea un mito nuevo a su alrededor. Sólo queda esperar… y disfrutar lo que nos ofrecen…porque en las noches de Kitwe, siguen surgiendo deseos.